viernes, 10 de julio de 2009

¿Cómo entender que nadie será castigado por su muerte?

-Hágame el favor de sentarse y contarme todo desde el principio.
-...
-Relájese, por favor. Aquí tiene un vaso de agua. Tómela con serenidad y después cuénteme qué pasó.



-No sé qué fue lo que pasó. ¡Pero lo bajaron! ¡¡Lo bajaron!! Entre que me fui y volví no deben de haber pasado dos horas. Cuando regresé ya estaba muerto, desparramado por el campo. El campo de mi familia, donde lo vieron nacer, donde le dieron un lugar para crecer. No sé qué hacer... estaba a mi cuidado desde la muerte de mi padre, hace ya varios años. No sé cómo decírselo a mis hijos y a mis nietos, que lo aman tanto como yo, y como lo amó mi padre y como lo amó mi abuelo. ¿Cómo dejé que pasara esto? Llegó a la familia con motivo de mi nacimiento, de la mano de mi abuelo paterno, el primer dueño de este gran campo. Fueron muchísimos años de vida en común y estos cretinos en menos de dos horas acabaron con él. Sabían de su existencia y del amor que le tengo.... bueno... le tenía. Llegaron nerviosos y, aunque no los conocía, preferí no discutir delante de mis nietos ni de nadie que pudiera oír porque temía que termináramos envueltos todos en una situación violenta. Fue así que fuimos hasta su morada, que es en el límite de nuestro campo, pues hace muchos años que la familia decidió, por unanimidad, que creciera y viviera allí. Su presencia nos marcaba el fin del terreno y nos hacía sentir que incluso allí lejos alguien velaba por nuestras tierras. Todos los días montábamos a caballo y lo íbamos a visitar. Primero iba con mi abuelo o con mi padre. Hoy mismo llevé a mis nietos. Si habrá sido testigo de charlas y confesiones familiares... Se imaginará que a esta altura ya era uno de nosotros. Bajo su amparo lamenté pérdidas y festejé nacimientos; fue un amigo cuando necesité consuelo y aislamiento; fue un compañero para jugar con mis hijos; fue una hermosa excusa para acompañarme de mis nietos; fue quien me ayudó a sobrellevar las horas de siesta en veranos tórridos, y hasta fue un amigo irreemplazable para los pájaros y animales salvajes. Hasta hoy, que llegaron estos hombres exigiéndome gallos de riña. Pero nosotros no tenemos gallos de riña; criamos gallinas. Con las vacas fracasamos en la época del pulgón morado -se me hace que usted tiene edad para saber de cuándo le hablo, señor oficial-. Desde entonces variamos en la cría de animales hasta que nos establecimos con las gallinas ponedoras y algo de venta de pollos, suficiente como para alimentar a mi familia. Pero no hubo modo de hacerles entender que jamás entrenamos gallos para pelear. Ni siquiera hemos sido partícipes de esos juegos pueblerinos y sádicos. Pero se ve que no me creyeron porque siguieron repitiendo una y otra vez lo mismo: que les entregara dos gallos de riña o lo matarían. Después de mucho discutir opté por ganar tiempo diciendo que conocía gente que los criaba y entrenaba y que les conseguiría dos o tres. Los dejé ahí, al fondo de nuestra propiedad, donde vive él, ¡qué gran descuido!, y, a lomo de mi caballo, salí a la carrera como mi viejo amigo nunca corrió. Fui al pueblo y comenté la situación con varios amigos. Me propusieron una solución y, con esas nuevas ideas, decidí desandar el camino, ya con un poco más de serenidad. A ritmo de galope fui madurando, moldeando y mejorando la idea de los compadres. Pero para cuando llegué de regreso ellos ya no estaban y él estaba deshecho y, le juro oficial, no lo quise creer. Me resistí a saber que estaba muerto. Busqué restos de vida en cada uno de sus trozos, pero ya no había nada que se pudiera hacer.
'Sé que no apresará a esos hombres por lo que hicieron. Y que tampoco habrá ley que los castigue. Sé que nadie me lo devolverá con vida y con todo su esplendor. Tendré que aprender a vivir lo que me resta de vida sin su presencia. Con sus restos haga lo que le parezca, oficial. A mí no me da el alma para recogerlos. De su leña no seré capaz de prender un fuego. Tal vez sea su destino acabar dándole a alguien un poco de calor en este gélido invierno tardío.

Safe Creative #0907104113318